Monkeys Food & Wine: Reseña del Restaurante

Monkeys se ha labrado una reputación por su fantástico menú de fusión y su divertido ambiente.

Tras un largo baile de aplazamientos, mi grupo de compañeros de trabajo y yo finalmente conseguimos fijar una noche para una reunión que se había hecho esperar. En vista de lo especial que iba a resultar este evento, como el del paso de un cometa, teníamos ganas de algo un poco moderno pero lo suficientemente informal como para soltarnos en un ambiente relajado. Monkeys fue la elección obvia.

Bebidas y Estilo

Situado junto a la calle principal de Laugavegur, Monkeys se ha ganado la reputación de ofrecer interesantes menús de fusión y un ambiente de lo más divertido. Su ubicación privilegiada es perfecta para comenzar cualquier aventura en el centro de Reikiavik. Sin duda, estábamos planeando una noche salvaje.

Un poco achispados por las copas de antes, entramos en Monkeys y enseguida nos recibió un amable camarero que nos llevó hasta nuestra mesa. Al entrar en el restaurante, el interior inmediatamente creó ambiente.

Un montón de monos por el restaurante para un poco de safari.

La vegetación selvática adorna los techos y las paredes, combinada con muebles de estampados florales al estilo de los años 70 que, de alguna manera, se ven modernos y no anticuados. Una selva funky te envuelve y te aguarda muchas sorpresas.

Nos decantamos por el menú degustación y un maridaje de vinos, que consistía en cinco platos y cinco copas de vino. Ahora que lo pienso, las bebidas previas que habrían sido necesarias, ¡pero nadie nace sabiendo!

Llegaron los aperitivos cuando apenas nos habíamos sentado: tartar de atún servido con crujientes chips de plátano para empezar.

A un miembro de nuestro grupo no le entusiasma la comida cruda, por lo que optó por un sustituto de guacamole para el atún, así como otras alternativas para los siguientes platos.

Crujientes gyozas fotografiadas con mi nuevo descubrimiento, el tiradito

Festín para los sentidos... ¡Sobre todo para el gusto!

Ahora empezaron a salir los platos.

Empezamos con unas gyozas de pollo frito deliciosamente crujientes. Estas llegaron a la mesa junto con un tiradito de salmón, una versión peruana del sashimi que yo no conocía, pero que posiblemente fue mi plato favorito de la noche.

El ceviche de atún y salmón ocupa el centro de la mesa.

El resto de nosotros egoístamente aprovechó la ocasión para abalanzarse sobre el guacamole y las otras sustituciones también.

A continuación, nos sirvieron un ceviche de atún fresco y un ceviche de atún picante.

Vale la pena mencionar en este punto que a cada paso se acercaba un camarero para elevar cada plato con el vino perfecto para acompañarlo. Mentiría si dijera que recuerdo el nombre de alguno de los vinos, si bien había una variada gama que incluía (si no me equivoco) un tinto, un blanco, un espumoso, un rosado y un oporto.

Skál!

Ningún menú degustación de inspiración japonesa está completo sin sushi, y como no podía ser de otra manera, llegó a nuestra mesa un maki mar y montaña frito junto con una tempura de langostinos tigre. ¡Exquisito!

El último plato antes del postre fue un bacalao en miso dulce y un costillar de cordero acompañado de brócoli a la parrilla y patatas fritas. Tanto el bacalao como el cordero son productos de alta calidad en Islandia, algo que pudimos atestiguar con estos formidables platos.

En la foto inferior se puede ver nuestro particular añadido al maridaje: chupitos de tequila. Menciono esto porque, a partir de este momento, mi recuerdo se vuelve un poco borroso...

Tequila: tu fiel puerta al olvido.

¡Todos a bordo del tren de los cócteles!

El plato estrella de la noche fue la fuente de postres, una colección de manjares dulces elaborados por expertos que llegaban en un soporte con diferentes pisos envuelto en hielo seco.

Tarta de queso, helados variados y una mousse de chocolate bañada en caramelo, todo ello servido con crumble aromatizado. Un final excepcional para nuestra velada, que, incluso a través de la nebulosa ingesta de recuerdos, constituyó un momento inolvidable.

Ni que decir tiene que habíamos quedado encantados con la cena, si bien la noche no había hecho más que empezar y queríamos tomar unas copas. No tuvimos que ir muy lejos.

Kokteilbarinn se encuentra justo al lado de Monkeys.

Kokteilbarinn (El Cocktail Bar) se encuentra justo pegado a Monkeys. Como habrá deducido el lector más avispado, sirven cócteles.

No recuerdo lo que bebimos, aunque sí recuerdo ver a algún alquimista detrás de la barra preparando un brebaje exótico que servía desde una altura vertiginosa. Fuera lo que fuera, ¡sabía a gloria!

Tomamos copas en la zona de asientos junto a las ventanas.

Llevamos nuestras bebidas a los asientos más divertidos del bar, en una sala que se asemeja al vagón de un tren. Lo que sucediera después escapa al alcance de esta reseña y a mi memoria.

Cuando volvimos al trabajo un par de días después, coincidimos en que la noche había sido un éxito rotundo. El equipo de trabajo espera con impaciencia nuestra próxima visita, cuando las estrellas se alineen.

En definitiva, nuestra velada en Monkeys fue extraordinaria, gracias al lujoso menú y al animado ambiente, sumado a la decoración temática. La comida es algo costosa, pero sin duda vale la pena.